Jueves Santo. Lectura del día y reflexión Padre Claudio Varas Arriagada
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- 01 Abr
JUEVES SANTO, 1 DE ABRIL DE 2021
Evangelio Juan 13, 1-15
1 Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo.
2 Durante la cena, cuando ya el diablo había puesto en el corazón a Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarle,
3 sabiendo que el Padre le había puesto todo en sus manos y que había salido de Dios y a Dios volvía,
4 se levanta de la mesa, se quita sus vestidos y, tomando una toalla, se la ciñó.
5 Luego echa agua en un lebrillo y se puso a lavar los pies de los discípulos y a secárselos con la toalla con que estaba ceñido.
6 Llega a Simón Pedro; éste le dice: «Señor, ¿tú lavarme a mí los pies?»
7 Jesús le respondió: «Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora: lo comprenderás más tarde.»
8 Le dice Pedro: «No me lavarás los pies jamás.» Jesús le respondió: «Si no te lavo, no tienes parte conmigo.»
9 Le dice Simón Pedro: «Señor, no sólo los pies, sino hasta las manos y la cabeza.»
10 Jesús le dice: «El que se ha bañado, no necesita lavarse; está del todo limpio. Y vosotros estáis limpios, aunque no todos.»
11 Sabía quién le iba a entregar, y por eso dijo: «No estáis limpios todos.»
12 Después que les lavó los pies, tomó sus vestidos, volvió a la mesa, y les dijo: « ¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros?
13 Vosotros me llamáis "el Maestro" y "el Señor", y decís bien, porque lo soy.
14 Pues si yo, el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros.
15 Porque os he dado ejemplo, para que también vosotros hagáis como yo he hecho con vosotros.
PALABRA DEL SEÑOR
REFLEXIÓN JUEVES SANTO, PADRE CLAUDIO VARAS ARRIAGADA
JUEVES SANTO CELEBRACIÓN EN FAMILIA
Con la celebración vespertina del Jueves Santo se da inicio al llamado Triduo Pascual. Por la tarde, se celebra tradicionalmente la misa Cena del Señor, la que este año con motivo de la pandemia no podrá ser celebrada como de costumbre. En esa celebración eucarística, recordamos cada año la institución de la Eucaristía, del Orden Sacerdotal, y el mandamiento del amor fraterno. Queremos invitarles a que, especialmente en este día, la familia que vive en casa se reúna a comer.
Lava los pies a los discípulos.
La segunda parte del evangelio se centra en la hora de Jesús que discurre a lo largo de la «última cena» con el discurso de despedida, el proceso de la pasión, y la resurrección de Jesús. Mientras que el Jesús de la cena a veces aparece glorioso (17,1-13), el Jesús resucitado se presenta con sus llagas y su humanidad, en camino hacia el Padre (20,16s). El diálogo de Jesús con los discípulos progresa por medio de preguntas y malentendidos. El Libro de la Hora de Jesús es introducido con una doble mención de su conocimiento. Sabe que ha llegado su hora, que el Padre lo ha puesto todo en sus manos, y que vuelve a Dios; los discípulos comparten ahora el conocimiento de Jesús. La hora es algo deseado y positivo, una ida de este mundo al Padre. Es hora de humildad y de servicio a los suyos. Pedro, que no había entendido la necesidad de la pasión, no entiende ahora el servicio y sacrificio de Jesús; pero está dispuesto a aceptar todo con tal de no separarse de Él. Este lavado de los pies tiene una dimensión simbólica y sacramental. El Señor y Maestro les ha dado una lección de cómo actuar en la comunidad cristiana. El que busque servir como Jesús será feliz.
1. INICIO DE LA CELEBRACIÒN
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Se puede preparar un altar o utilizar la mesa de nuestra casa.
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Antes o después de la cena se procede a celebrar esta liturgia.
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En esta celebración intervienen quien dirige la oración (M) y todos (T).
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Quien preside inicia la celebración diciendo:
M. + En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
• Se procede a leer la lectura tomada del Evangelio Jn 13, 1 -15
• Se recomienda que el texto sea leído de Biblia
2. LECTURA DEL EVANGELIO
L: Lectura del Santo Evangelio según San Juan.
Antes de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que le había llegado la hora de salir de este mundo para ir al Padre, como había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Estaban comiendo la cena y el diablo ya había depositado en el corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarle. Jesús, por su parte, sabía que el Padre había puesto todas las cosas en sus manos y que había salido de Dios y que a Dios volvía. Entonces se levantó de la mesa, se quitó el manto y se ató una toalla a la cintura. Echó agua en un recipiente y se puso a lavar los pies de los discípulos, y luego se los secaba con la toalla que se había atado. Cuando llegó a Simón Pedro, éste le dijo: "¿Tú, Señor, me vas a lavar los pies a mí?"
Jesús le contestó: "Tú no puedes comprender ahora lo que estoy haciendo. Lo comprenderás más tarde." Pedro replicó: "Jamás me lavarás los pies." Jesús le respondió: "Si no te lavo, no podrás tener parte conmigo." Entonces Pedro le dijo: "Señor, lávame no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza." Jesús le dijo: "El que se ha bañado está completamente limpio y le basta lavarse los pies. Y ustedes están limpios, aunque no todos."
Jesús sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: "No todos ustedes están limpios." Cuando terminó de lavarles los pies, se puso de nuevo el manto, volvió a la mesa y les dijo: "¿Comprenden lo que he hecho con ustedes? Ustedes me llaman Maestro y Señor, y dicen bien, porque lo soy. Pues si yo, siendo el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies unos a otros. Yo les he dado ejemplo, y ustedes deben hacer como he hecho yo.
Palabra del Señor
T: Gloria a ti Señor
Pregunta para reflexionar
El lavado de pies es un signo de pertenencia y de misión: ¿Es el servicio algo que nos identifica como familia hoy?
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Luego se hace un momento de silencio orante para preparar la oración de bendición que seguirá a continuación.
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Quien preside pronuncia la bendición, a la cual puede agregar los motivos que desee con sus propias palabras:
3. BENDICIÓN
M. Bendito seas Señor, porque eres grande, Y dispones todas las cosas para nuestro bien. Muchas veces has manifestado tu presencia en la historia, tal como la recordamos habitualmente celebrando tu Palabra; Y muchas veces también has mostrado tu cercanía en nuestra propia familia, en momentos de alegría o de sufrimiento.
• Aquí se puede aludir explícitamente a esos momentos en que reconocemos su ayuda y su consuelo.
M. Esta noche queremos recordar especialmente lo que Jesús hizo por nosotros. Él mismo, mientras comía con los apóstoles en la última cena, para perpetuar el memorial salvífico de la cruz, se entregó a sí mismo como Cordero inmaculado y sacrificio perfecto de reconciliación. Él mismo, es verdadero y único sacerdote, que al instituir el sacrificio de la eterna alianza se entregó primero a sí mismo como víctima de salvación, y nos mandó ofrecerlo en su memoria. Cuando comemos su Carne, inmolada por nosotros, somos fortalecidos; cuando bebemos su Sangre, derramada por nosotros, somos purificados.
M. Esta noche, en la que no podemos comer su Carne ni beber su Sangre, nos unimos a toda la Iglesia y a sus ministros, de modo que los frutos de esa celebración que ellos realizan sea también alimento verdadero para nosotros y para todos los que habitamos el mundo. Que sea alimento verdadero para...
• Se puede agregar las personas que creemos especialmente necesitadas del amor de Dios, particularmente los que están sufriendo más directamente los efectos de la pandemia.
M. Al dejarnos Jesús la institución de la Eucaristía quiso ofrecernos en ella el recuerdo de su amor. Él quiso que ese recuerdo imborrable nos anime a todos nosotros al amor fraterno a amarnos los unos a los otros que estamos aquí reunidos, y amar también a los que hoy no están con nosotros. A amar especialmente a los más desvalidos, a los más pobres, a los que sufren la dureza de la vida, y especialmente a los que sufren la enfermedad en estos momentos. Que el Espíritu de Cristo nos lleve a ofrecernos a ti, Padre bueno, a hacer de nuestra vida una ofrenda de amor a los demás para que un día todos nos encontremos reunidos en el banquete de tu Reino. T. Amén.
M: Digamos con fe y esperanza:
Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no
nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.
M: Le pedimos al Señor que nos bendigas a cada uno de nosotros, + en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. T: Amén.
• Canto u oración final